EL EXPOLIO DEL YANKI
Algunos indianos, en lugar de construir una mansión a su regreso, optaron por comprar una propiedad a la altura de su nueva posición.
Así fue en el caso de Manuel Rodríguez López, apodado el yanki.
Después de hacer fortuna en Cuba con negocios de tabaco, adquirió en 1920 esta casona cuyo origen se remonta a época medieval.
LA TORRE DE VILLADEMAR Y ALGO MÁS
Está situada en el pueblo de Villademar, concejo de Cudillero, a poca distancia de la costa.
El indiano, en su afán por lucir su fortuna, encargó una torre cuadrada muy alta que unió a la construcción original.
Para terminar de engalanar su casa, expolió un portalón de una casona de Cantabria.
Nicolás envió la foto de la Casa de Los Leones, en la localidad cántabra de Viérnoles, de donde salió el portalón que fue trasplantado a Villademar.
En los años veinte del pasado siglo se llevaron a cabo los grandes expolios del patrimonio español.
Potentados americanos, entre ellos el famoso William Randolph Hearst, encargaron a marchantes y desalmados todo tipo de obras de arte para embellecer sus mansiones.
Así desaparecieron claustros enteros, retablos, colecciones, rejerías y hasta monasterios.
La historia recuerda a Arthur Byne, el mayor saqueador de la época, capaz de desmontar cualquier obra piedra a piedra y embarcarla para Norteamérica.
Las intenciones de los yankis y de nuestro yanki eran las mismas, revestir sus recién adquiridas fortunas con un manto de ARTE que los hiciera aún más respetables.
Lo curioso -en el fondo- es que el indiano Manuel Rodríguez López era un declarado comunista.
Al final de la guerra civil vendió la propiedad al amigo que le ayudó a escapar.
PD. La Torre de Villademar cuenta con un interesantísimo jardín. Está muy bien descrito en el libro Jardines Clásicos de Asturias de José Valdeón.
Efectivamente, como decís, en el pasado no había figuras jurídicas en las leyes para proteger estos lamentables expolios, por lo que muchos de estos actos no andaban fuera de la legalidad.
También se daba el caso a veces de que los mismos propietarios, desmontaban las piezas de su patrimonio inmobiliario, bienes muebles incluidos, y las vendían a los anticuarios.
Conozco un caso de mediados de los 90 del siglo pasado de una persona que adquirió de esta manera unas puertas de madera maciza pertenecientes a un mueble mostrador de una farmacia judía de origen medieval.
La historia de los desmanes debe de ser muy larga y muy repartida por toda la geografía española. También fue un recurso de muchos propietarios para salir de apuros económicos.
La portalada que luce la entrada de la casa «del Yanki» es una de esa típicas portaladas del barroco montañés que sustentan el escudo familiar de casa a la que pertenecen.
Curiosamente esta portalada no tiene escudo o blasón .
F. Antonio Sánchez de Bustamante debió adelantarse a las pretensiones «del Yanki» y colocó el escudo de sus armas , protegido con dos leonés, ,en los muros de su casa .
En su lugar mandó hacer una hornacina enmarcada con columnas salomónicas que acogían a la imagen de San Antonio de Padua , el santo patrono de D. Antonio Sánchez de Bustamante.
Tanto la casa como la portalada , construidos alrededor de 1750, se deben a dinero de «jándalos». Los jándalos fueron los emigrantes montañeses en busca de mejor fortuna que marcharon a Andalucía ( al-andalus) . Normalmente a Cádiz o Sevilla , donde estaban los puertos con los barcos que navegaban a América . Los que no pudieron viajar acabarían estableciéndose en esas ciudades con negocios de tiendas y bodegas .
La casa pudo construirse con el legado que dejó a la madre de D. Antonio el hermano de ésta. Una herencia cuantiosa que repartió a su hermana y el resto lo legó para una escuela y una casa- hospital , que están construidos justo enfrente de la casa .
«El yanki» se quedó con el santo , pero no con el escudo ni los leones .
SALUDOS
Gracias por la información. Lo del escudo y los leones me recuerda que muchos indianos que alcanzaron la fortuna tuvieron ese empeño por ser aceptados en la alta sociedad, y unos pocos lucharon denodadamente por obtener un título nobiliario que refrendara su éxito. Nada como poder labrarlo en piedra.
Hoy, por suerte, no toleraríamos ni entenderíamos este tipo de operaciones. Desde luego la ley no lo permite, aunque sigue habiendo casos relativamente recientes (incluso actuales) que pertenecerían a este tipo de atropellos. La verdad que la casa original ha quedado triste y desangelada sin esa portada espectacular. En su momento fueron miles los monumentos “expatriados”. Recuerdo ahora el magnífico claustro renacentista del Castillo-palacio de los Vélez (que decoró un salón privado y ahora está en el Metropolitan) y también esa piscina de Cataluña rodeada por un claustro románico (aunque luego se dijo que tal vez era neorrománico…). En todo caso no está bien despojar a un bien arquitectónico de sus elementos inherentes, no es justo. Otra cosa sería encontrar la pieza suelta y “rescatarla”, aunque esto también me genera sentimientos encontrados. Las fotos, como siempre, preciosas. ¡Gracias!
Ahora es más difícil esconder los desmanes, aunque seguro que los sigue habiendo, desgraciadamente. Poderoso caballero…
Recuerdo haber oído a mis padres lo que nos has contado,adinerados de Estados Unidos venir a España,encapricharse de un monumento y llevárselo piedra a piedra.En los años cuarenta y sesenta con el auge del turismo parecía una cosa muy normal,no comprendo Alejandro qué leyes o qué legislación había en aquella época que permitía semejante expolio de nuestro patrimonio,con que facilidad se destruían palacetes en Oviedo o en el Paseo de la Castellana en Madrid para construir en su lugar edificios modernos.
Este indiano ,el yanqui,debía ser un presuntuoso,o un inculto,esa torre que mandó construir no pega nada al lado de la casa original,y el portalón se tenía que haber quedado en Cantabria,en su casa que por lo que veo está a la venta.
La vanidad,el querer presumir del ser humano no tiene límite,éste indiano me ha recordado a Carmen Polo,que veía unas esculturas antiguas o una pila bautismal y se la llevaba a su casa porque le daba la gana.
Toda la razón Ignacio. Solo podemos consolarnos pensando que esas cosas son mucho más difíciles de suceder hoy en día. Fue algo escandaloso y quizás entonces pareciera normal. Saludos.