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Ya, ya… cuando vas por él (y tampoco me divierte). Pero cuando empiezas a divisarlos de lejos, con sus altísimos pilares y piensas que tienes que pasarlos sí o sí, no sabes -a mí- qué cuerpo de jota se me pone, si yo te contara… Pero como «París bien vale una Misa», no fue excusa, no… fui al Occidente a pesar de los viaductos. Y espero volver a pesar de ellos.
Lo mejor es que cierres los ojos, si no conduces tú, y ya sabes, «ojos que no ven, corazón que no siente». Seguro que volverás.
Como fotografía, estupenda, Alejandro. Como obra pública, un auténtico alarde y necesario, a pesar del impacto visual que supone. Y para mí, que tengo vértigo, una auténtica tortura el conducir sobre estas carreteras suspendidas casi en el vacío. Es mi única pesadilla para ir al occidente.
En fin… toda cara tiene su cruz. Un abrazo.
Maite, la altura del segundo viaducto es espectacular, de vértigo, pero cuando vas por él no da esa sensación, así que no tendrás problema (sin excusas).