CALLE MELANCOLÍA
Entre la fortuna deslumbrante y el americano del pote, existió una clase media acomodada de indianos.
Regresaron con un capital modesto que, aunque les obligaba a seguir trabajando, bien administrado era suficiente para emprender un negocio en su pueblo de origen y guardar algo para los malos tiempos.
Así ocurrió en Boal, donde su calle principal estaba ocupada por prósperos comercios fundados por emigrantes retornados de La Habana. Desgraciadamente, el paso del tiempo y otras circunstancias han hecho desaparecer a la mayoría de ellos.
Este paseo melancólico por escaparates ciegos, puede empezar en cualquier parte de la calle, pero me detengo primero en esta entrada a la sastrería, uno de los primeros negocios abocado al cierre con la extinción del oficio.
Apenas quedan un par de comercios tradicionales en funcionamiento. Uno de ellos es la tienda de tejidos de Conrado Díaz González.
Otros comercios eran mucho más modestos y seguramente pasaron por distintos usos para adaptarse a los tiempos. Éste, no sé por qué, me parecía el local de un zapatero, aunque su último reclamo antes de cerrar prometía excelentes fotos carnet en el acto.
El capital reunido en América permitía en muchos casos la construcción del negocio unido a la casa de su propietario. Éste disfrutaba de una vivienda confortable de una o dos plantas con el comercio instalado en el bajo.
Así era el caso de la Carnicería Ramiro, la ferretería de J. Trelles y la también ferretería de Luciano.
Los principios se esculpían en piedra y los sueños en madera…
Sé que es ilusorio aspirar a conservar todo este pequeño patrimonio, pero hay algunos comercios que merecerían el indulto divino, una gracia que los salvara del olvido o de la pala.
Yo empezaría por este comercio de paquetería, confecciones y tejidos, seguiría por la pequeña joyería con las iniciales de JP, y no me olvidaría de la Fonda de La Paca que, aunque no está en esa calle, es todo ternura.
PD. En esta época de año estoy haciendo campañas de Navidad en el estudio, y mis jornadas de trabajo son un tanto disparatadas. Dispongo de muy poco tiempo, pero mi corazoncito sigue aquí.
Hola Alejandro, enhorabuena por todos tus reportajes fotográficos….
Solamente quería comentarte un detallín de BOAL, con el negocio de la Carnicería Ramiro, de fecha de funcionamiento más reciente, pues ahí se ubico durante 40 años la * Sastrería ÁLVAREZ *,
Gracias José María por la información, las sastrerías de entonces eran locales elegantísimos, con sus telas, mesas de corte, mostradores, probadores. Una delicia. Todos los que quedan en la calle principal de Boal son maravillosos. Lástima que vayan desapareciendo.
Eterno Boal, es un paraíso, sin más.
Coincido, y poco conocido.
Al ver esa antigua taberna, solamente puedo pensar en los trabajos de los artesanos carpinteros, antiguamente solamente se trabajaba con materiales nobles, más caros, mas baratos pero nobles., hoy en día todo es cristal, derivados de plásticos, mucho neón, etc… me viene a la memoria las mansiones de famosos jugadores de futbol diseñadas por ese Joaquín Torres (creo recordar), de millón para arriba, sí pero… ¿en cuanto tiempo se levantan esas casitas?., igualito que antes dónde todo era un trabajo milimétrico de piedra (canteros), forja, acero, maderas, etc… aquí en Madrid hicieron una renovación de el Banco de España que te llevas las manos a la cabeza, es el esquinazo de la calle Alcalá con la calle Marqués de Cubas creo que se llama… una pena, si podéis lo podéis comprobar, pero es para llorar.
De ver tantas casas, llegué a apreciar esos zócalos de madera altos que eran tan habituales en los interiores nobles. Aunque algo oscuros, desprenden mucha calidez y textura a los ambientes. Un lujo.
La verdad es que, aunque triste, este reportaje, donde volvemos la vista atrás, es bonito y resulta de lo más interesante.
No sé si fue esa la intención del antiguo propietario, pero me parece de lo más acertado el juego de espejos en la entrada del comercio «Paquetería, confecciones y tejidos». Al verse reflejado uno en el otro, lo que consiguen los escaparates es hacer que parezca el doble de amplia la entrada…El último comercio, la Fonda de la Paca, como tú bien dices tiene mucho encanto y bien merecería ese indulto.
Personalmente, la joyería JP la encuentro monísima (si se me permite ese adjetivo para un local, pero le veo muchas posibilidades…) 😉
Yo estoy de acuerdo contigo Lena. La joyería, la Fonda y el comercio de paquetería merecen una segunda vida. A poder ser, con el mismo encanto.
Da pena y tristeza Alejandro. Es la vorágine de los tiempos que vivimos,que lo devora todo, en un abrir y cerrar de ojos.
Así es la vida.
En estos casos con el comercio también se vacía la casa de los propietarios que estaba encima. Doble pérdida y merma de población.
Pues si.
Es una pena que estos establecimientos vayan desapareciendo, porque como comentabamos en otra entrada, tenían un gran encanto, y durante muchos años, han prestado un gran servicio a los habitantes de estos pueblines. Me gusta caminar por esta calle de Boal, y contemplar estas casas, a las que ya nadie, o casi nadie, presta la mas minia atencion. Se pierde la esencia de estos lugares, en aras del ¿progreso? que no sé ,si es para bien.
A los que amamos estos comercios y lo que significaron en su día, nos entristece enormemente su desaparicion.
Me ha encantado esta calle de la melancolia o nostalgia.
En muy pocos años el ritmo de cierres ha sido muy rápido, las dos ferreterías desaparecieron casi al mismo tiempo, y se pierden otros muchos comercios con encanto. No hay remedio pero da mucha pena.