Las casas me ayudan a soñar despierto, me transmiten la ilusión de quienes las construyeron y me despiertan la insaciable curiosidad por saber cómo serán por dentro.
Pero además, me puedo dar el gusto de imaginar mi vida en ésta o aquélla casa, en un tiempo presente o pasado.
La Quinta Jardón -en Ortiguera (Coaña)- es una de las casas con las que juega mi imaginación. Tanto como admiro las casas-monumento, me pondría muy nervioso pasar un tiempo en alguna de ellas. Prefiero las casas-intento, fallidas en su falta de brillantez formal, pero con las que conecto emocionalmente.
Por eso fotografío la Quinta Jardón una y otra vez, aunque el resultado sea más o menos siempre la misma foto. Desde luego hay algo de ensimismamiento en la reiteración.
Nunca he visto la casa por dentro. Conocí siempre su fachada pintada de color blanco, con las fraileras en rojo. Cuentan que cada mueble tiene su funda de tela hecha a medida -otra estampa para la ensoñación- y que en verano a las novias de la zona se les permite acceder al hermoso jardín para hacer su reportaje de boda. Hay avenidas de rosales y -en un extremo- uno de los cenadores más románticos que haya concebido un indiano.
Per la casa no se entiende sin su emplazamiento, esa torre -podría jurarlo- debe de tener una de las mejores vistas del Occidente de Asturias (
junto con ésta).
Nota: El indiano José María Jardón la construyó hacia 1890, estoy seguro de que de alguna manera le recordaría su estancia en Buenos Aires. Fue el padre de
Eduardo Jardón, quien nos dejó el maravilloso
Palacio Jardón en Viavelez.
Se queda uno con las ganas y los dientes largos , esperemos que en un futuro puedas traernos aquí esas imágenes. Saludos.
Ojalá, qué más quisiera yo, pero mi olfato me dice que está muy pero que muy complicado.
Esas casas son amor a primera vista. Fueron de las cosas de mi fascinación, en visita por Asturias, así como toda la belleza natural. Saludos desde Honduras.
«El que lee vive dos veces», sin duda contemplando tus fotografías también vivimos otras épocas y otras vidas, una gran suerte, desde luego. A mí también me encanta dejarme seducir por el sueño de vivir un tiempo en una de esas casas, despertarme en esos dormitorios. En el libro de Mencos vi fotografías de esta casa y creo recordar que era muy interesante. El cenador es precioso, no sé cómo de grande será por dentro… ¿se utilizaría alguna vez? En las casas de campo inglesas era habitual construir pequeños templetes y cenadores, más por su efecto decorativo en el jardín que por su propia utilidad.
Martín, hasta donde yo sé, creo que la casa está impecablemente conservada, con el mismo mimo que su jardín. Este cenador -me atrevo a especular- tiene una parte de mirador (hay buenas vistas desde él) y otra de rincón apartado para las confidencias. Muy coqueto.