RECORDANDO A DON PEDRO
En la misma carretera -regresando de visitar Campo de Caso y la Colegiata de Santa María de Tanes– pero ya en el concejo de Sobrescobio, está el chalé de Don Pedro.
Hablamos a menudo de los inmensos sacrificios de los indianos para alcanzar el éxito económico en las condiciones más duras pero, en este caso, Don Pedro corrió distinta suerte.
Sólo tuvo que casarse con la heredera de una de las mayores fortunas de La Habana para lograr de golpe su ascenso social. Así, sin despeinarse.
Su pasión por la buena vida, las fiestas y los amigos, le animó a construir este chalé en su pueblo natal.
Cuentan que las correrías eran legendarias, prolongándose durante varios días seguidos. En esta foto se le ve apoyado en su coche, acompañado de su chofer -apodado el cubanito- y de su amigo el cabrero camino de la fiesta.
El chalé se ha convertido en hotel, y lo que más me llama la atención de lo que conserva es esta máscara de estuco policromado que decora el techo de los pasillos.
También hay una chimenea de grandes proporciones (talla medieval podríamos decir) que calentó a muchos niños durante la Guerra Civil cuando el chalé de Don Pedro se convirtió en improvisada escuela y cada alumno tenía que traer de casa un poco de leña con la que mantener vivo el fuego.
Uno de aquellos niños que se cobijó junto a la chimenea en los duros inviernos de la Guerra, es ahora el propietario de la casa, el que la ha convertido en hotel.
Parece que Don Pedro no fue el típico indiano que trabajó toda su vida para conseguir su fortuna, algo trabajaría,digo yo, pero lo tuvo mucho más fácil que otros , sólo con casarse consiguió el sueño americano.El actual dueño debe de sentir una satisfacción muy grande por dentro por lo,que ha conseguido, y tiene que tener mucha nostalgia y no sé si buenos o malos recuerdos,de esa infancia vivida en ese lugar, que vueltas da la vida Dios mío.muchos saludos Alejandro,ya nos veremos pronto.
Gracias Ignacio, espero verte pronto. Un abrazo.
Cuando en «Sueños indianos» dices que su actual propietario devolvió a la casa «parte de su antiguo esplendor», no sabía que era en sentido literal por su oficio de carpintero. Algunas de las fotos en el libro -la magnífica escalera, por ejemplo- dan muestra de ello.
También es una de mis historias favoritas (de tantas interesantes y curiosas que contiene) del libro de hoteles, por conmovedora. Se cerró el círculo.
Efectivamente Maite. La propia tarea -ardua a tenor de cómo estaba la casa- de restauración fue una gran prueba de amor. El nuevo propietario hizo personalmente gran parte del trabajo.
Ya me había llamado la atención esta historia cuando la leí en tu libro sobre los hoteles indianos. Para muchos sería un sueño poseer una casa de indianos, pero sin duda para ese niño todavía más, y en esta ocasión un sueño cumplido. Un abrazo Alejandro. Esther
También es una de mis historias preferidas del libro de hoteles. La de vueltas que da la vida!
Pues curiosa historia, uno que hizo dinero por «bien casarse» y aquél niño de la Guerra que de cobijarse en casa (palacete) ajena prosperó hasta comprárselo y hacer de él negocio.
No sabemos (o yo al menos desconozco) cuál fue el periplo de ese niño, pero desde luego que cumplió un sueño… Imaginarse de crío pasándolo canutas frente a esa chimenea, sin sospechar (aunque sí soñaría posiblemente en triunfar como D. Pedro) que un día esa casa (y esa enorme chimenea) serían suyas… y cobijarían a otros previo pago.
Paloma, ese niño se hizo carpintero, siguió viviendo en el pueblo y compró la casa cuando ya estaba en muy mal estado para restaurarla.
Pedro Rodríguez llego a ser presidente honorifico de la comisión de festejos de San Gines, casado con Elvira Ortíz, tenía negocios en Caibarién, su hija Obdulía Rodríguez, casada con José Antonio García Sol hijo de otro indiano y tenían una posesión en Granda (Gijón), la hija paga el jardín que rodea del grupo escolar de Ríoseco que tenía en octubre 1925 solo las paredes y el tejado.
Gracias José, no conocía la relación con los García Sol. Muy apropiada, José Antonio García Sol era otro gran aficionado a las fiestas interminables…