PEQUEÑAS DELICIAS INDIANAS
La lista puede ser interminable, pero la memoria es esquiva.
Son esas construcciones sin importancia; superfluas, coquetas, entrañables, que nos hablan de una época en el que el tiempo transcurría lento.
Seguro que hay algunas que puedes recordar. Yo me he detenido hoy en estas pequeñas delicias:
El porche de la casa de Fernando Jardón en El Espín, concejo de Coaña, tan evocador de los climas cálidos, y tan bonito.
El palomar de la casa de El Otero, en Pravia. Me gusta mucho su forma.
Cerca de allí, en Riveras de Pravia, está este coqueto cenador.
Aunque fuera de la casa, ésta es una fuente de lo más indiano. En el pueblo de Vilavedelle, concejo de Castropol.
No tiene valor artístico ni arquitectónico, pero me gustó este lavadero de la casa de Eduardo Estrada en Miyares, Piloña.
¿Cenador?, ¿Palomar?, ¿Casita?. Me quedo con las ganas de ver esta preciosa construcción en Villa Rosario, El Villar, concejo de Valdés. Es lo que he podido fotografiar desde fuera. Desde luego que te recordará algo (si, es el mismo arquitecto).
La capilla de Villa Argentina, también en El Villar, concejo de Valdés. Hay varias capillas indianas, pero esta es entrañable.
Templete en el jardín del Palacio Jardón. Como todo lo de esta gran casa de indianos, es señorial y solemne.
Y para terminar, una fuente sorprendente. La de Los Tilos, en Nueva, concejo de Llanes, diseñada al igual que la casa por el arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo.
Sí, el jardín queda resguardado, y los muros son muy altos. Y sospecho que la Costa Rica y Ca Xenrón puedan ser de nuevo objeto de tu mirada en El Espín. Hay también una casa de estilo «montañés»/»vasco» (de hecho está hecha imitando un caserío vasco) que también es una delicia, aunque no esté muy bien conservada. Y por supuesto, esa tienda en esquina de Álvarez Castelao.
Todo eso ya forma una entrada estupenda para el blog, pronto pasaré de nuevo por allí. Soy un verdadero fan de la tienda en esquina y del caserío vasco. Una zona poco conocida, razón de más para enseñarla aquí. Un abrazo Xurde.
¡Vaya! ¡Qué sorpresa al encontrarme a mi pueblo retratado en tu blog! Y además, esa casa, aun con todos sus cambios y modificaciones, es un caserón impresionante, sobre todo en lo relativo a su tamaño y al jardín de la parte trasera. Durante mi infancia pude jugar allí durante los meses de verano ya que conocía a los nietos de la propietaria y es una casa muy acogedora, con un jardín enorme.
No será la última vez que salga El Espín en el blog, hay más cosas interesantes que mostrar. Como dices, la casa de Fernando Jardón es muy grande, pero el jardín debe de quedar resguardado de las miradas, ya me fijaré más la próxima vez.
Precisamente estas pequeñas construcciones son muchas veces la guinda del pastel, el detalle que da personalidad a un lugar. Nos presentas unas fotos muy variadas y, como siempre, muy bonitas. Por razones personales elegiría la Capilla de Villa Argentina, pero no puedo resistirme al encanto del porche de la casa de Fernando Jardón; tan elegante quizá sin pretenderlo… está ahí con su acceso lateral de escalones de perfil redondeado invitándonos a entrar. Me gusta. Y estoy de acuerdo con Ramón: la elección de colores es perfecta.
El porche de la casa de Fernando Jardón es ciertamente muy elegante. Parece deberse a un gen que corre en la familia, a tenor de las otras casas estupendas que nos han dejado.
Que entrada mas chula!!! Me gustan mucho todas las fotos. La casa del Espin es una que está muy pegada a la carretera, no? Lástima, lo que en su momento era importante, con el tiempo se convierte en un handicap, les pasa a muchas casas. Las demas edificaciones me encantan, incluido el humildisimo lavadero, pero la ultima fuente…ummm, no se, parece que un tornillo gigante hubiera caido de una nave espacial y se hubiera incrustado en medio, tipo los comics de Mortadelo y Filemón. No, bajo mi punto de vista no anduvo fino el arquitecto con este diseño, pero vamos, es mi opinión, seguro que habrá mucha gente que le encantará.
Los cenadores siempre me parecieron terriblemente romanticos, y esa avenida que lleva al templete de la Quinta Jardón, más romantica aún. Ainnsss, aquellos tiempos en que los noviazgos eran mucho de hablar y pasear, que siempre habia alrededor alguien vigilando, por si acaso. En fin, entre aquello y lo de ahora, hay un término medio en donde creo yo está la virtud.
La casa de El Espín está pegada a la carretera y tiene bastantes modificaciones que le han restado atractivo, pero este porche es una delicia. La fuente llama la atención por un problema de escala, la finca es pequeña para esa fuente tan grande y parece que no es su lugar. Pero siempre estuvo allí, es un diseño de Rodríguez Bustelo que además aprovechaba el agua sobrante de la estación de ferrocarril próxima para su funcionamiento: otra curiosidad indiana.
¡ Cuánto me gusta la combinación de colores en la primera foto !… y lo que se complica uno cuándo tiene que pintar ! La foto de Villa Rosario creo que la vinculo rápidamente con Villa Rosita. Un saludo a todos.
Ramón, la solución de la cubierta, tan característica, es la misma en ambas construcciones. Sobre el color, es elegante como queda ¿no?.
Unos rincones encantadores Alejandro como a los que ya nos tienes acostumbrados, pero sin duda el gran descubrimiento de hoy a sido tu nuevo blog del que ya soy seguidora incondicional a partir de ahora, y del que pienso aprender todo lo que nos enseñes pues me encanta la fotografía.
Saludos, Esther
Gracias Esther, como has visto, acabo de empezar con ilusión y tengo una larga lista de cosas que contar. Saludos.
El reino de las pequeñas cosas es grande y ,muchas veces , lejano y oculto. Eso le pasa a la adorable casita de Villa Rosario ,ahí queda a la libre imaginación de cada uno hacerse a la idea de cómo es el resto que no vemos. Una lástima que sus propietarios no te permitan hacer unas fotos del lugar. Quizá sea mejor así…, no mostrar todo en un mundo globalizado, manteniendo la intriga…lo hace aún más interesante y deseable.
Me pregunto cuántos secretos más guardarán los jardines posteriores de tantas casas indianas. Nadie sabe lo que daríamos tan sólo con echar una ojeada detrás de esos altos muros de piedra o detrás de esos «fastidiosos» setos de boj tan impenetrables que ocultan Dios sabe qué… Afortunadamente tenemos un «ojo espía» que algo nos va chivando. No se me olvida, por ejemplo , la sorpresa que nos descubriste en el jardín de Casa Mori: esa casita tan caprichosa. Ni tampoco todas esas pequeñas delicias que nos vas mostrando en tus libros: el cenador de Quinta Jardón, los lavaderos de Boal y Balmori, el panteón de La Casona de Somao, el hórrio azul de La Ferrería, el exquisito cenador de Forcinas, la cochera y palomar de Villa Vista Hermosa de Riberas, la fuente y la panera de La Piconera, la cochera de los Fernández Bao de Grado,…en fin todas esas pequeñeces que nos ilustran la vida. SALUDOS
Buena memoria, Nicolás. Ya sabes que a los espías los expulsan de los paises. En este caso a mi no me dejan entrar, que viene a ser lo mismo, pero lo entiendo, forma parte de su vida privada. En cualquier caso, nada nos mata el gusanillo de la curiosidad y la admiración por las cosas bellas. Saludos.