LOS CONFINES DE ESTA TIERRA
Es el punto más al norte de la geografía asturiana, el pico que sobresale en los mapas, la última frontera, el Cabo Peñas.
Llegué al atardecer. Aquí los vientos soplan en ráfagas desde todas las direcciones, sin tregua, sin abrigo. Las aves más expertas se sostienen en el aire durante interminables minutos sin mover las alas.
Aquí se es consciente de la inmensidad del mar, de su desamparo, y de su belleza. Todavía se puede ver la torre de bocinas para alertar a los barcos en los días de niebla, aunque hoy todo parece en calma.
Anochece sobre el cabo y su faro lanza destellos al infinito. He dejado atrás esta tarde dos casas en ruinas, y agradezco tanto aire limpio, tanto horizonte, y tanto silencio, roto sólo por el clin, clin, clin, de la máquina del último bar en los confines de esta tierra.
No te lo pierdas, merece la pena.
Lo que no sabeis es que ese faro, como el de Candas, tiene propiedades magicas; su luz, como si fuera un misil benevolo, cruza mares, ignora distancias y llega al alma de los que estamos emocionalmente conectados aunque vivamos lejos.
Hola Pilar, qué bonito!. Gracias por asomarte al blog. Aquí tienes un rincón para la morriña cuando quieras. Un abrazo.
Me encantaria ver una buena tormenta desde el faro de Peñas, tiene que ser impresionante. Yo es que soy un poco rara, ver como se oscurece el dia, las nubes negras, el aire (sobre todo el de las castañss, ese airón caliente y sonoro), las olas alzandose con el mar picado, el ruido al chocar contra las rocas…no se, me siento bien. La inmensa mayoria de la gente prefiere el calor, el sol, el barullo…hombre, eso tambien es necesario. Pero para mi disfrutar ese momento concreto cuando empieza una tormenta y te ves en medio de un torbellino de aire, agua, soledad, tiene algo mágico, limpio, la suma de todos los elementos, como si te sintieras más apegado aún a la tierra. Nada, es que yo soy muy de verde, de orbayu, de niebla, céltica, en resumen.
Mariam, eso que cuentas es muy épico, y es que el Cabo Peñas tiene algo de aventura solitaria, de permanecer en silencio y esperar a que suceda algo grande.
Cabo Peñas siempre despierta en mí el sabor a salitre, el azote del viento en mi rostro y el ansia de de querer domar las olas con mano de hierro. Siempre alerta, sin descanso ni derecho a vacaciones el gran ojo…mirándonos y recordándonos que la naturaleza nació indómita y que ni tan siquiera él desde su atalaya es capaz de dominar al mar. Gracias Alejandro por estas maravillosas fotos. Un saludo desde las tierras del Cid. Verena
Gracias Verena, es emocionante estar allí y sentir toda la fuerza de lo que nos rodea, con esos vientos que soplan en todas las direcciones, y el mar cambiando de color…
Ni había visto, ni sabía que existieran torres de bocinas,, contigo acabamos aprendiendo muchas cosas. Cuando eramos adolescentes y pasábamos los veranos en Lekeitio una de las hijas del farero era amiga nuestra y nos contaba que una de las cosas que más le impresionaba al vivir en el faro era el sonido de la sirena que permanecía encendida las noches de niebla. Besos y encantada de que hayas vuelto.
Gracias Ascen, los faros tienen ese aire de novela, entre la soledad y la niebla, en lugares apartados y rodeados de naturaleza. Ese sonido para alertar a los barcos tenía que ser impresionante escuchado desde la distancia. Un beso.
Me encanta la foto del faro desde la pasarela de madera, la verdad que es un sitio en que uno siente las fuerzas de la naturaleza. Saludos.
Vuelvo al Cabo Peñas cada cierto tiempo, y siempre por casualidad, pero me parece un espectáculo. Saludos.