LA IMAGEN DEL INDIANO
Como figura emergente y emblema del nuevo rico, el indiano aparece como personaje en la literatura y en la pintura de los siglos XIX y XX.
Hoy quería centrarme solo en la imagen del indiano en la pintura, mostrándote dos óleos muy distintos.
JOSÉ GUTIÉRREZ-SOLANA
El primero es obra del gran pintor José Gutiérrez-Solana, Madrid, 1886-1945.
Gutiérrez-Solana perteneció a una familia de indianos. Su padre y su abuelo habían hecho fortuna en la minería en Potosí (México), por lo que siempre disfrutó de una posición muy acomodada que le permitió dedicarse por completo a la pintura.
La vuelta del indiano, pintado en 1924, pertenece a la Colección del Banco Santander. En los textos que acompañan la obra, la describen de la siguiente manera.
En La vuelta del indiano narra una escena habitual en las tierras del norte, donde el regreso del emigrante se celebra con una reunión de amigos, allegados y otras gentes, como el cura o el boticario, ajenos sin duda al personaje pero testigos fieles de su triunfo. Para Solana, cuyo abuelo había sido emigrante en México, el tema era muy familiar. Sobre la mesa, cubierta con un gran mantel recién sacado de las arcas, una botella de ron, una gran caja de puros y, presidiendo, una colineta, la tarta preferida del pintor. Pinta a los personajes en el momento del brindis, tras haber relatado sus duras vivencias; los recuerdos afloran en sus rostros tristes y en su mirada perdida; la fidelidad se reserva para el perro, posiblemente Canelo, su propio animal de compañía.
Colección Banco Santander
EL INDIANO VISTO POR EVARISTO VALLE
La imagen del indiano en la pintura no siempre sale bien parada.
Coetáneo de Gutiérrez-Solana, Evaristo Valle, Gijón, 1873-1951 pintó hacia 1940 la obra El indiano y su mujer.
El cuadro, conservado en el Museo de Bellas Artes de Asturias, muestra a un indiano envejecido, desdentado y malhumorado, junto a su esposa -mucho más joven- de pómulos sonrosados y expresión risueña.
Valle se une aquí a la sátira y al desprecio que la figura del indiano provocaba entre muchos de sus contemporáneos.
Los dos cuadros reflejan una realidad que se vivió en aquella época,Gutiérrez-Solana enfoca el tema de un modo más serio quizá y Evaristo Valle nos da una visión cómica y burlona del indiano,aparte de que la figura del indiano mostrase despreció como tú dices Alejandro,creo que también reflejaba envidias entre sus semejantes,quizás el que lo intentó y no consiguió nada o el campesino que trabajaba para sobrevivir.
En mi caso particular ,por lo que oí a mi padre y todos los comentarios que escuché entre la gente de Somao,la más mayor sobre todo cuando yo era niño,no recuerdo un reproche,ni nada malo referente a Gabino o mi familia,al contrario,siempre escuché que mi bisabuelo y los demás Indianos de Somao,ayudaron a modernizar la aldea,ayudando incluso a otras familias más necesitadas.
Era muy común que el indiano se casara con alguien más joven,había que dejar a los descendientes esa riqueza traída de América,en mi caso,mi bisabuelo se quedó viudo en Caibarién y escogió como Segunda esposa a su sobrina mayor Encarnación para que el dinero se quedase en la familia,ayudó a otro sobrino ,a Benito ,a terminar unos estudios,aunque imagino también que entre la gente de Somao de finales del siglo XIX habría más de uno que hablaría mal de Gabino ,por pura envidia supongo.
Ignacio, creo que en general el sentimiento era de admiración por el indiano entre los habitantes de los pueblos que los veían regresar. Aún así, que el dinero despierta muchas envidias es tan antiguo como la Humanidad. Pero en el caso de los intelectuales y artista fue a menudo muy distinto. Uno de los ejemplos más claros está en la novela La Regenta de Clarín, donde la imagen del indiano sale muy mal parada, cayendo en la sátira y en el ridículo.
José Gutiérrez-Solana es descendiente de una saga de indianos que se remonta a principios del siglo XIX .Su abuelo , Antonio , hizo fortuna que debió ser inmensa a tenor de la huella que dejó en su pueblo natal : Arredondo, pequeña localidad del interior de Cantabria , entre valles perdidos y montañas inacabables. Antonio , cuando regresó con su fortuna de México, hizo mejoras espectaculares que cambiaron , en buena parte, la fisonomía del lugar. : trazó una nueva carretera -de gran envergadura – para mejorar la comunicación , escuelas y casas para los maestros, edificó nuevo Ayuntamiento, y mandó construir una nueva iglesia parroquial .
Hoy día es posible que nadie sepa de la existencia de este benefactor , pero todo el mundo conoce esta iglesia , de estilo Neoclasico y espectacular porte , por su singular campanario : una torre exenta a modo de faro .Se ha llegado a convertir en leyenda, como el capricho loco de un Indiano que quiso elevar una torre desde la que poder ver el mar.
Al igual que otros tantos pueblos de Cantabria y de Asturias el efecto » llamada» prosperó en este pueblo y dio origen a nuevas sagas de indianos hasta el punto que se llegó a denominar a Arredondo como » Capital del Mundo «. ( como así reza en un cartel de azulejos a la entrada del pueblo ) . La anécdota , que es ya legendaria , debió surgir a raíz de la cantidad de «haigas » que a mediados del XX se concentraban allí en aquellos largos estíos vacacionales de los emigrantes del pueblo. , venidos con coches matriculados en distintos países de América .
Pero Antonio Gutiérrez-Solana no se instaló en su Arredondo querido , compró todo un edificio en el lugar más emblemático de aquel entonces: : el Muelle de Santander ( Paseo de Pereda), dominando la Bahía . Toda una manzana de tres alturas y solemne piedra de sillería ( se la bautizó como » La casa de Piedra») . Posiblemente dedicada, parte de ella ,como residencia y el resto como viviendas de alquiler. En el anecdotario de la ciudad queda la petición de este hombre al Ayuntamiento de Santander de un permiso de obras para desmantelar el tejado de su edificio y convertirlo en terraza e instalar una bolera al aire libre . El Ayuntamiento denegó el proyecto por no encontrarlo seguro para los viandantes.
SALUDOS
Nicolás, en primer lugar, la anécdota de la bolera en la cubierta del edificio es grandiosa. El indiano era un visionario, ahora que se ponen piscinas, helipuertos, jardines y demás en las azoteas. Había leído algo sobre los orígenes de la familia del pintor en Cantabria. Desde luego que la fortuna de su abuelo tuvo que ser algo gordo. En Potosí hubo unas grandes minas de plata, con las que Antonio se enriqueció. Acabo de ver de nuevo fotos de la iglesia y la torre en Arredondo, y necesito con urgencia un «Un Viaje en el Tiempo» y un «Tierra de Indianos» cántabros. Dime cuándo te vas a poner con ello!