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Una pena, me recuerda a los restos de un gran animal devorado por las alimañas..; en este caso ; por el tiempo y la falta de mantenimiento…
Ramón, no deja de sorprender la resistencia que tienen algunos edificios en un clima tan hostil. Este chalé es buena muestra de supervivencia.
Me sumo a las palabras de pesar, porque realmente es lamentable ver el estado de esta casa tan magnífica, pero en esta ocasión, más que alabar la belleza de tus fotos (que también) te felicito por las expresiones que utilizas como «lágrimas de madera» y «fotografía forense». Me parecen de lo más representativo y poético. Se ve que la visita despertó tu lado más lírico. Enhorabuena, Alejandro, ¿nunca has pensado pasarte al lado de las letras? 😉
Lena, va a ser que no! A mi natural tendencia a la vagancia le va mucho mejor la fotografía. Lo encuentro más fácil que escribir algo digno. Imposible!
Que pena y que tristeza, ver como se va consumiendo poco a poco, y desapàreciendo su pasado esplendor. Los años y la desidia, la han dejado en estado de coma, y ya nada podrá revivirla. Como dice Iñigo, desconocemos las vicisitudes por las que atraviesan y han atravesado sus herederos, para que haya llegado a este lamentable estado.
Me ha gustado esa frase referida a la guardamalleta, que llora lagrimas de madera.
Un saludo a todos.
Está fatal Mª Luisa, ya lo habíamos visto en otras entradas referidas a la casa. Casualmente este verano pasé por allí y no me resistí a parar viendo la luz del atardecer sobre la casa. Un poco de masoquismo.
Pues sí que es triste ver que esa Casona en este estado tan lamentable,que pena,lo único,que va a quedar en pie de esa finca es la palmera, que no las tumba ni un huracán,a saber que historia se esconde en esta casa para que se encuentre en esta situación de derribo,o la familia no puede hacerse cargo de la casa o quizá ya no queda ni familia,en fin,sólo nos queda imaginarnos cómo fue en sus buenos tiempos.Un saludo a todos.
Ignacio, ignoro quién es el propietario -si es uno o muchos- pero lo cierto es que la casa tiene ya poco remedio, y cada invierno irá perdiendo un poquito más. Una pena.
Es doloroso presenciar una muerte con tanta agonía. Esas «lágrimas de madera» merecen un final más digno. Que pena perder una joya así.
Oscar, creo que las fotos -en este caso- hacen justicia al estado real de la casa: muy precario.