
CRÓNICA ROSA

Desde luego que esto de la crónica rosa ya no es lo que era. Se ha pasado de la adulación de aquellos años a la mala leche de ahora, aunque hay que suponer que si la marquesa de Argüelles viviera hoy en día, sería tan «diva» como entonces.
Aprovecho, siguiendo la larga estela que nos está dejando la marquesa, para poner una foto (que ha mandado Lena) de Ribadesella con el chalé de la marquesa en aquellos primeros años del arenal de Santa Marina. Visto así, da esa sensación de última frontera, de haber puesto su casa donde nadie más pensó en ponerla, como esas islas artificiales para millonarios en las costas de los países del golfo Pérsico.
Por otro lado, Ana (Gijón) había encontrado muchas referencias a la marquesa, entre ellas me llamó la atención esta crónica rosa de principios del siglo XX, con la visita del reportero al palacio de La Huerta de Madrid, que transcribo a continuación, es delicioso:
«¿Dónde vamos? ¿Adónde caminamos desde esta nuestra calle de la Princesa? Al otro extremo de Madrid, a la calle de Serrano, a su final, donde se alza un elegante palacete entre árboles hermosos que han estado a punto de llorar ante la enfermedad de su dueña, hoy, por fortuna, casi restablecida. Habrás adivinado, lector, que vamos a casa de los marqueses de Argüelles. La marquesa, aunque se llama siempre María, es Pepita, y una Pepita muy popular y muy querida.
Nuestro coche atraviesa el jardín bajo una lluvia pertinaz, y ante la escalinata de piedra se detiene.
Entramos.
La marquesa recibe; los salones están abiertos; las flores, en cantidad infinita, los adornan, y rodeada de todas sus hijas – que son otras flores y el mejor adorno de la morada- y de sus hijos y del marqués de Argüelles, saludamos a la bella marquesa, que envuelve el aire gentil de su figura vivaracha entre los bullones de seda de toilettes, color de las lilas.
¿Restablecida, por fortuna?
Todavía no; pero caminamos hacia ello- responde la dama.
Con el ferviente deseo de todos sus amigos.
¡Cuánto regalo, cuánto! ¡Plata, porcelana, antigüedades, flores!…Y qué continuo entrar de gente que acude a felicitarla.
María, hija, mil felicidades.
Mil felicidades, marquesa.
Señora, acepte usted mi felicitación más sincera.
Y efusivamente, como es su carácter, respondía:
Gracias, gracias, mil gracias.
La Huerta fue un jubileo; un entra y sal incesante de todos los elementos que integran- que deben integrar- la sociedad madrileña: Política, Aristocracia, Arte, Letras, Milicia…»
Gracias Ana y Lena.
Desde luego debió de ser una mujer muy singular. En aquella época, las mujeres no debían de estar ni muy preparadas ni muy liberadas, siempre dependiendo de un padre o un marido que tomaba las decisiones por ellas…Supongo que el estar «tan viajada» (conocer mundo siempre viene bien) y sobretodo, el poder disponer de grandes cantidades de dinero ayuda bastante. No parecía una mujer muy agraciada físicamente, pero debía de tener un encanto especial, o al menos sabía moverse en sociedad, hacer amigos, negocios y crear todo un mundo a su alrededor…
Lena, si que parece por las fotos que no era muy guapa y más bien bajita, pero, aparte de mucho dinero, debía tener una gran capacidad para las relaciones públicas.
…como decía el otro día…;)
Esta mujer demostró ser una arrojada al levantar su palacete en semejante enclave. Ahora luce preciosa la zona del paseo, pero por aquel entonces, debía de ser poco más que una ciénaga y, además, bien apartada de toda civilización. Pero está claro que esta mujer no era como el resto de las mujeres de la época y habiendo vivido tantas aventuras y en lugares tan lejanos y diferentes, aquella parte de la ría de Ribadesella le debía parecer de lo más normal del mundo….Luego vendrían todos los «parvenues» que por estar ella allí, querrían «arrimarse al carro de las oportunidades» y codearse con el rey siempre que pudieran. Igual que pasa ahora con Baqueira Beret o Mallorca…
Desde luego esta foto atestigua que ella fue la primera en llegar, la que tuvo la idea, o el atrevimiento, o el dinero, o un poco de cada cosa. Luego supo promoverlo y convertirlo en un lugar preferente de veraneo para la gente pudiente de la época. La marquesa era mucha marquesa…
Era yo, Alejandro. No pasa nada…
Lo siento Lena, lo del spam es un engorro cotidiano sin solución. Perdón.
Perdón porque alguien ha dejado un comentario aquí y lo he eliminado sin querer al quitar el spam. Lo siento.