TAL VEZ AQUÍ
Está la tranquilidad de saber que uno se encuentra lejos de casi todo y que no tiene por qué contagiarse de otros modos para vivir su vida.
Quizás por eso en Santa Eulalia de Oscos las casas se construyen del revés, mirando hacia dentro, para proteger la lumbre y ahuyentar el ruido.
Destacaría la Casa de Aquel Cabo, en Barcia, que se alinea con el río como un paquebote en busca del mar.
Nunca hasta ahora me había parado en esta imagen de la Casa de Pruida, en la capital del concejo, pero creo que destila el lado áspero e incierto de esta región que estuvo tanto tiempo olvidada. Hay quien comparó en otra época Los Oscos con Las Hurdes (en Extremadura) conocidas por la película de Luis Buñuel.
Al sur del concejo merece una visita uno de los últimos mazos en funcionamiento de España, gracias a un holandés que llegó hasta Mazonovo para quedarse, dando continuidad a la tradición del oficio de herrero.
Y es que lugares como Los Oscos atraen a la gente que exclama «que paren el mundo que me bajo«. Personas de muchos lugares de Europa -también españoles- habitan caseríos remotos de difícil acceso donde han elegido llevar una vida diferente.
Por otros motivos, llegaron hasta aquí hace dos siglos -desde Vizcaya- algunas familias de herreros vascos. Echaron raíces en un lugar virgen donde no se conocía el oficio y eran abundantes el agua y el mineral de hierro.
Su última frontera fue este paradisíaco rincón, A Valía, donde queda en pie alguna de sus casas y el escudo de su estirpe en medio de una naturaleza asombrosa.
Y no podían faltar aquellos que se fueron con las manos vacías al otro extremo del mundo para reunir un capital con el que poder regresar a su tierra. En este caso el valiente se llamaba Demetrio Pérez, y levanto una gran casa en el centro de la capital con tienda de ultramarinos en la planta baja.
Gran labor la realizada por Vd., con quien tenemos el gusto de compartir la belleza tanto de la rica arquitectura asturiana como de su bello entorno. Un saludo de Javier
Gracias Javier por visitar el blog. Un saludo.
Este lo tenía en el escaparate y de de él lo saco para venderlo. Quizas en las estanterias traseras tuviera mas; no me fijé En estas tiendas vendían de todo, desde azucar hasta guadañas,pero desgraciadamente van desapareciendo. Tenían un encvanto especial,
El encanto era grandísimo. Ahora, con la reforma, seguro que el propietario ha ganado en comodidad y en otras muchas mejoras, pero la tienda antigua era irresistiblemente auténtica.
Este es sin duda, mi concejo preferido. Su verdor, paisaje, paisanaje y arquitectura, lo hacen irresistible. Aún recuerdo, cuando tuvimos que elegir la fotografía que ilustraría las tapas del primer tomo de Palacios Rurales de Asturias, que la entrada e interior de la Casa de aquel Cabo nos cautivo, y con todo merecimiento. Esta y la Casona de Pumares, creo que son representativas de la arquitectura de los Oscos.
Hace años compré en la tiendecita La Palma, pan, rosquillas, y una novela escrita por un santalles, que refleja la vida de finales de un siglo y principio de otro, y cuyo protagonista, bien pudiera ser el Gatopardo asturiano, confuso ante los nuevos tiempos, que no entiende,ni está preparado para ellos.. Su autor es Francisco Rodil, y su título El señor del Senescal. Si la lees te gustará.
Maravillosas las.otografías.
Es cierto que le tengo cariño a la Casa de Aquel Cabo porque acabó siendo la portada del primer tomo de Palacios Rurales, un libro al que yo le tenía miedo y resultó muy bien. En la tienda de La Palma estuve muchas veces, era impresionante ver al dueño desaparecer entre las estanterías de atrás y regresar con cualquier cosa que el cliente hubiera pedido, incluso lo más raro o escaso. Me parecía un milagro que podías presenciar una y otra vez mientras te tomabas algo porque también hace las veces de bar e imagino que puedes pedir cualquier bebida y la tiene. Me entero por ti que también tiene libros…, impresionante!