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Una buena casa bien merece un buen cerramiento. Las casas hidalgas optaban por el contundente muro de piedra y su portón de madera, incluso, las más pudientes , con portalada de sillería coronado por el escudo familiar. El cerramiento tenía que hablar por si solo de sus moradores , que no hubiera duda de su estirpe hidalga. Pero ,eso si, herméticamente cerrados a las miradas vecinas.
Los nuevos ricos que volvían a sus terruños ,tras haber hecho las américas , carentes de nobleza en sus apellidos, tenían que airear su nueva posición y hacerse notar de alguna manera. Qué mejor que la verja de forja: ligera, bella, práctica, capaz de mostrar qué se esconde detrás ,pero manteniendo la distancia. Las verjas de forja, yo creo, han servido de mucho al indiano al permitirle ese exhibicionismo provocador que no hubiera logrado con el muro cerrado.
Me encantan las verjas como la de tu fotografía. Es el envoltorio perfecto para una joya de casa. Prefiero las pintadas en blanco, que son menos carcelarias y tienen un toque de romanticismo. Si,además, asomase alguna hortensia entre sus barrotes sería ideal.
Saludos
Los muros de piedra, algunos tan altos como fortalezas, son impresionantes pero herméticos. Las verjas, al menos, nos permiten pegar la cara entre sus barrotes y medio ver o imaginar todo lo que hay detras. Estas verjas de forja me parecen una artesania perdida, solo hay que ver las que se hacen ahora en las casas nuevas. Ya no hay romanticismo, sino «cuidado con el perro».Saludos.